Hasta antes del 7 de de diciembre, cuando me enteré del asesinato de Alexandros Grigoropoulos, apenas un joven de 15 años, cruelmente baleado el día anterior en Atenas por un policía, creía que la palabra /sintagma/ era de uso casi exclusivo de lingüistas, de profesores de Lenguaje o de alumnos atemorizados por la inminencia de un examen de Lengua. También —pensaba— debía ser de uso entre los griegos, cuyos ancestros crearon el vocablo; pero no me había molestado en averiguar más. Al buscar en Internet más información sobre las espontáneas revueltas populares desencadenadas a partir del asesinato de Alexandros, descubrí que en Atenas había una plaza llamada «Sintagma», Πλατεία Συντάγματος (Plateia Syntágmatos), o «Plaza (de la) Constitución», convertida, como cientos de lugares más en toda Grecia y más tarde en el resto de Europa, en escenario de protestas multitudinarias. Por un momento pensé en la palabra /sintagma/, modelo de uno de los mecanismos de la lengua saussureanos, y concebida por algunos como espacio (o ‘geometría’) donde la lengua se proyecta hacia el discurso, al uso del lenguaje, a la acción de la palabra; y no pude sino volver a la Plaza Sintagma, a esa como tantas plazas o calles griegas u otras tantas de la Europa joven y solidaria, la de los estudiantes, inmigrantes y desocupados que una vez más han salido a la calle y han tomado la palabra (la ‘parole’), y se han enfrentado a un Estado que no tiene más idóneo interlocutor con los jóvenes que la policía, esa misma policía que activó el gatillo y desencadenó la historia de Alexandros como signo, signo finalmente encumbrado por los millones de estudiantes, por los millones de Alexandros de Grecia y del orbe entero, signo que ahora vive en su memoria, en su paradigma, y que me hace clamar con fuerza “¡todos somos estudiantes griegos!”.
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Es fascinante descubrir cómo un término que creemos exclusivamente lingüístico es, además, parte de la vida cotidiana de otras personas, en particular de su paisaje urbano. Ha sido, asisismo, un tremendo mazazo para mis propios recuerdos ver cómo un lugar que tengo asociado a la felicidad de unas vacaciones en Atenas se convierte ahora en un lugar de violencia y muerte. Aún así, como los vericuetos de la etimología y la metáfora son insospechados, quiero que sepas que la palabra síntagma, así como su hermana sintaxis, parten de la vieja imagen militar de los «soldados en formación», constituyendo una unidad. Un genial gramático de la Antigüedad, Apolonio Díscolo, utilizó esta metáfora para hablar sobre la frase, en el sentido de una unidad con sentido completo, es decir, una frase perfecta. Es una de esas geniales metáforas que sólo los griegos saben encontrar, com la del triángulo escaleno, que, en realidad, es «cojo». La frase con sentido complejo es, por tanto, la base de la sintaxis, es decir, de una hilera de soldados en formación. Francisco García Jurado (Profesor titular de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid)
quizás uno podría llevar la metáfora del sintagma, la «parole» y el signo más allá… a las nociones de cambio diacrónico y la inestabilidad del sistema producto del cambio de un signo en el habla… creo que el Cours permitiría hacer varias de esas metáforas, sugerentemente militarizadas, como ilumina francisco… y supongo que ese tipo de explicaciones son las que trataron de proyectar los sociólogos estructuralistas… un sistema, un signo, cambio y estabilidad…
saussure, creo, sin embargo, miraría con recelo la metáfora tan directamente aplicada… la lingüística es una ciencia social por su carácter semiológico… y en algunas partes del Cours pareciera sugerir que otras manifestaciones «culturales» no alcanzan ese rango… si se quisiera, de hecho, una manifestación violenta podría entenderse como la anulación de cualquier poder semiológico, porque lo que hay ahí es rabia, ira, naturaleza…
solo especulo… la metáfora del orden sintagmático roto por una manifestación de habla parece perfecta.. pero quizás desde una perspectiva de gramática normativa, tan resistente al cambio y a las revoluciones
Christian, lo que sugieres en el primer párrafo de tu primer comentario me parece interesante. Ahora, en cuanto a entender una manifestación violenta como «la anulación de cualquier poder semiológico», habría que tomarlo con mucho cuidado pues no creo que necesariamente sea así. Para empezar, la reacción estudiantil a la que asistimos es profundamente semiológica. Incluso si nos limitamos a los comportamientos más destacados por la prensa manipuladora: arrojar ladrillos, romper vidrios y quemar botes de basura son intencionalmente una protesta, no algo gratuito o insignificante. Y si vamos a otros comportamientos, lo semiológico llega a tener mucho más fuerza: los estudiantes griegos ocupan locales, llevan a cabo asambleas, hacen pintas, redactan comunicados. Eso no es ausencia de poder semiológico sino todo lo contrario.
Por otro lado, no creo que los estudiantes hayan roto el orden sintagmático (no es eso lo que sugiero en las metáforas de mi posteo): ellos han respondido con su propio orden sintagmático, que no ha de interpretarse tampoco como la expresión de la «creatividad absoluta»: ante las limitaciones impuestas por el orden social griego, ellos se las están viendo en plena calle con el interlocutor que les impone el Estado: la policía. Creo más bien que tu figura de la «gramática normativa» es a propósito más justa. Esa gramática normativa o esa norma tiene dos caras o «planos».
En primer lugar, es una característica de ese estado el excluir toda posibilidad efectiva de participación de los estudiantes y otros agentes sociales en el destino que les compete y esa exclusión (como a fin de cuentas en lo social toda exclusión) tiene su coste: la represión. En ese sentido, el Estado elige «hablar» con los estudiantes a través de la policía: eso no es algo que haya surgido después del asesinato de Alexandros Grigoropoulos. Ese asesinato no puede, pues, ser visto como un «accidente» del sistema. Lo real es que se trata de un efecto posible de la normatividad social que una contingencia no ha hecho sino desencadenar o «disparar» (o como dicen en inglés con toda justicia y sin comillas: trigger). La muerte de Alexandros no es la única: es una muerte más que cobra el Estado griego. Lo que parece «antisemiológico» en la respuesta violenta y airada de los estudiantes es, para seguir usando metáforas caras a los estructuralistas, una respuesta contra la norma.
El segundo plano de la norma en este caso está en el parlamento, el sistema educativo, en el espacio oficialmente reconocido a los sindicatos, etc. (¿se parece al «significante»?) Los estudiantes griegos no han hecho sino revelar el compromiso que tiene este plano con el anterior: la relación entre ambos planos no es arbitraria. La norma social motiva tal relación puesto que es su gramática. Participar en el plano «civilizado» de dicha norma es una estafa.
Finalmente, los estudiantes no son la encarnación del caos, de una arbitrariedad absoluta en el sentido saussureano ni de la «anarquía» en el sentido que le atribuyen al término las huestes reaccionarias que manipulan el consenso a través de los medios de comunicación de masas o los burócratas de la izquierda «normalizada»: los estudiantes son en este momento la respuesta más auténtica y diferenciada a la norma social que representa el Estado. «Rabia, ira, naturaleza«, como reacción frente a la norma sí; pero ello no es la disolución de todo sistema. Siempre la norma que encarna el Estado se pretende a sí misma como el único sistema. Por fortuna existe Gramática Universal, no solo en los signos lingüísticos, sino también en lo social. Los estudiantes también son una demostración de ello.
ah.. y saludos fraternos desde chile!!!
¡Gracias por tus saludos, Christian! Siempre me doy una vueltita por tu blog y disfruto tus posteos, en especial ese ‘Hasta cuándo chistes militares‘. ¡Felicitaciones!
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